...también pueden hacer buenas fotos.
A veces se dice que los objetivos "kit" que vienen con las cámaras, supuestamente de regalo, son malos. En más de una ocasión he comprobado lo contrario.
Cuando compré mi Nikon D50, venía en un pack con dos objetivos, un 18-55 mm y un 55-200 mm. Para mi era la mejor opción en este momento, ya que en el mundo de película tiraba con Canon, pues no tenía ningún otro objetivo para mi nuevo DSLR.
El 18-55 tiene el rango más útil para la mayoría de aplicaciónes, pero tenía dos problemas: la luminosidad y mi estilo personal... Solución: un objetivo gran angular (12-24 mm) y un 50 mm f/1.8. El Nikkor fuera de juego. Pero no porque es malo, sino para adaptar el kit a mi mismo.
Pero el objetivo largo lo llevo siempre en mi bolsa. No pesa casi nada, y las imágenes salen sorprendentemente nítidas. Pero el problema de la luminosidad sigue estando allí. Su máxima apertura es de f/4 a f/5.6, según la distancia focal. Sin embargo, en muchas situaciones no querás tirar a aperturas más grandes, ya que con más distancia focal se reduce la profundidad de campo.
Donde hay un problema, hay una solución. El flash (usado fuera de la cámara, por supuesto) hace frente tranquilamente a la falta de luz.
La foto superior está hecha a ISO 400, 1/320 de segundo (para eliminar la poca y mala luz ambiental) y f/9. La única fuente de luz era un flash rebotado contra la pared a la derecha (a 1/8 de potencia, disparado por radiofrequencia). Así la entera pared se convertía en una caja de luz enorme. El tamaño de la caja de luz determina el grado de contraste entre las luces y las sombras. En la práctica significa que, jugando con la distancia entre el flash y la pared, se puede cambiar la calidad (suavidad y contraste) de la luz. La luz lateral y difusa garantiza la tridimensionalidad de la foto.
Incluso a tamaño grande, la foto es más que bastante nítida. No está mal por un objetivo supuestamente regalado.
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